05 enero 2014

Las botas


LAS BOTAS                                                                                                                        11-12-2013

En su “Juan de Mairena”, capítulo XXXII, afirma Antonio Machado que “es muy posible que la novela moderna no haya encontrado todavía su forma, la línea firme de su contorno”. Y añade unas líneas después: “Acaso la culpa sea de nuestro gran Cervantes y de sus botas de siete leguas. ¿Quién camina a ese paso?”. También Claudio Rodríguez aseguraba que así, al andar, de camino, es como habían nacido los versos de su “Don de la ebriedad”. Pero él mismo aclaraba que “en el camino se puede soñar y contemplar, el soñar es sencillo, pero no el contemplar”. Para soñar, en realidad, no hace falta salir a los caminos; se puede hacer muy bien quedándose en casa. Pero si en verdad queremos hacer algo más, entonces necesitaremos las botas, aunque no sean, como las de Cervantes, las de siete leguas (efectivamente, ¿quién camina a ese paso?). Al paso modesto de un contemplador, ir recorriendo el mundo, familiarizándose con él; conociéndolo no por sueño sólo o mera referencia, sino íntimamente, piel contra piel, detalle a detalle insustituibles, por el contacto real, vivo, de las cosas. Unas botas corrientes, lo más cómodas posible (porque se trata de andar); y la humildad de mirar y aprender, sin que queramos a toda costa imponer nuestras propias ideas sobre lo mirado, sino al contrario, dejándose penetrar, persuadir poco a poco, por ello, y aprendiendo así lo que se pueda (la humildad es interminable, como recordara Eliot): escribir, o vivir, es eso. O debería serlo.


(José Cereijo)